Estos días me he estado preguntando sobre la motivación y el ejercicio. ¿Por qué a veces sentimos que nos cuesta más que un matrimonio obligado? ¿Por qué para muchos es tan difícil comprometerse con el ejercicio?
Definitivamente hay cierta conexión mente-cuerpo que hay que trabajar. Para los que comienzan esto es difícil, porque dejan que algunos detalles les roben la emoción. De hecho, lejos de sentir que en algún momento van a amar la actividad física, piensan la mayoría del tiempo en "cuándo se acabará este sufrimiento".
Y yo creo que ahí está uno de los detalles más chupa-energía-mata-motivación. En que esa conexión mente-cuerpo está dirigida más al sufrimiento que al disfrute. Pero hay más. Muchas acciones nos alejan de ese momento de amar el ejercicio y en vez de montarnos en la rueda de "lo hago porque me gusta", nos alejan de ella.
Aquí te muestro algunas de las cosas que yo creo que no te ayudan a amar el ejercicio:
-Obsesionarte con los resultados: la verdad es que quien coma bien y haga el ejercicio correcto va a ver resultados. ¿En cuánto tiempo? Esa sí es la pregunta del millón, porque es muy difícil medirlo. Y por eso yo no creo en esos retos que le ponen un número en el título tipo "pierde 8 kilos en 8 semanas". Esta meta puede ser más larga, pero la verdad es que hay demasiadas variables para cuantificar o asegurar que cierta manera de comer va a hacerte perder una cantidad precisa de peso. Y por eso, cuando nuestros entrenamientos los centramos sólo en un resultado específico, es mucho más fácil que le pierdas el amor cuando este resultado no llega.
-Todo "para ayer": ¿tú no has escuchado el refrán que dice "del apuro queda el cansancio?" Bueno, igualito. Muchas personas se embarcan en programas de ejercicio porque juran que en un tiempo récord van a ver cambios. Y cuando estos no llegan, por supuesto que es facilísimo mandarlo todo al diablo. Porque ¿para qué tanto esfuerzo si igual no voy a ver cambios/perder peso/marcar el abdomen? La verdad es que NO hay manera de borrar excesos en dos semanas. Hagas el ejercicio que hagas.
-Hacer lo que no nos gusta: es muy difícil que le agarres amor a algo que no te gusta. Puedes agarrarle cariño, odiarlo menos, soportarlo. Pero amarlo, no. Por eso creo fielmente en que así como buscas el zapato perfecto, debes buscar el ejercicio que puedas hacer el resto de tu vida. Siempre va a haber una etapa de adaptación, más cuando no has hecho nada de actividad física, pero tiene que gustarte un tanto para que el amor crezca. Si lo tuyo nunca ha sido el baile, no te metas en zumba. Si correr es una actividad que sólo la usarías para escapar en el Apocalipsis Zombie, pues espérate a que llegue ese día. Pero en el mercado del ejercicio hay 20.000 cosas que puedes hacer y se acomodan a lo que puede ser tu "ejercicio ideal". Claro, los Maratones de Netflix no entran en esta lista.
-Depender de las muletas: la ayuda de un amigo, de un gimnasio, hasta de un monitor cardiaco que te diga que estás trabajando en la zona correcta puede darte una mano para tu ejercicio y, de hecho, para muchos es perfecto para iniciarse. El problema es cuando ese apoyo se vuelve la "muleta" y no caminas sólo si no la cargas. El compromiso tiene que ser contigo, no con tu amigo, no con el reloj ni el gimnasio. Siempre hay maneras de moverse solo o acompañado, si de verdad tú quieres hacerlo. Pero cuando pones toda la responsabilidad en algo externo, es más fácil abandonar el barco.
Por eso es que este juego del ejercicio tiene que ser contigo mismo. Busca esa conexión mente-cuerpo que te aporte las ganas y el ánimo de pararte todas las mañanas. Todo llega, los cambios y la costumbre a la actividad física. Haz las cosas poco a poco, búscale el corazón y vas a ver que comprometerte es estupendo y tendrá beneficios.
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