- Deja de escoger la dieta que hizo fulanita: claro que te puede llamar la atención que venga una persona de esas que tiene miles de seguidores que diga: "Yo hice la dieta de la vuelta canela y perdí 20 kilos en dos meses" (en mi época uno decía "esa persona de Hollywood”, pero hay que modernizarse). Y claro que te va a llamar la atención, pero quizás le funcionó a ella y a ti no. Sobre todo cuando quieres hacer algo sólo por los resultados. Es decir, si vas a hacer algo que no te gusta pero es que ni un poquito, sólo para ver resultados, ¿tú crees que va a funcionar?, ¿tú crees que vas a lograr afianzar un hábito haciendo algo que odias? (ojo, si lo que me vas a decir es que odias los vegetales y el ejercicio, pues volvemos la frase de arriba: estás en el blog equivocado, baby).
- Deja de ponerte metas irreales: ok, hay que bajarse de esa nube de cambios rápidos. Esas dietas de “perdí 20 kilos en dos meses –que casi siempre vienen de la mano de una frase tipo "y comí de todo”– no existen. Sorry, pero no.
- Deja de usar la excusa del tiempo: claro que me vas a decir "es que yo no tengo tiempo", pero es que ¡tiempo extra no tiene nadie! El tiempo para cocinar y hacer ejercicio lo vas a tener que hacer tú porque no se compra en el mercado. Y claro, si te mantienes con metas reales, vas a entender que si tienes 20 minutos para hacer ejercicio, pues es buenísimo, pero no es magia. Y que eso que pensabas que te ibas a tardar tres meses quizás son nueve o un año entero.
- Deja de adivinar lo que estás comiendo: el ojo por ciento –para mí– es lo más maluco para la pérdida de peso, porque nuestro ojo nos quiere más que nuestra madre y siempre te puede servir más de lo que te toca. Si tienes un plan real de pérdida de peso, apégate a él y deja esos "es que yo comí un poquitito de esto y otro poquitito de lo otro" para cuando te estés manteniendo.
- Deja de pensar que la comida sana te va a hacer perder peso mágicamente: ok, si tú eras de las que te comías hasta la lechuga frita, claro que si empiezas a cambiar la manera en que te comes ese grasero –o lo eliminas– vas a ver un cambio. Pero no jures que porque comiste un pollo y una ensalada de una vas a perder peso. Esto tiene mucho que ver con el punto anterior, para perder peso tienes que comer lo correcto y sobre todo, en las cantidades correctas para tu cuerpo.
- Deja de pensar en grandes cambios con mínimo esfuerzo: una cosa es cambios lentos pero perdurables a pensar que tú vas a querer cambios radicales haciendo más o menos lo mismo que has hecho siempre. No pasa y por eso es que andas siempre como perro arrepentido (buscando la manera de llegar a tu meta). Si bien ir agregando cambios poco a poco funciona buenísimo, no esperes que tu vida cambie de la noche a la mañana solo porque te estás tomando un vaso de agua cuando te levantas. Es un cambio de actitud completa que tienes que lograr para no fracasar.
- Deja de pensar que una pastilla te va a solucionar la vida: (extra porque no sale en la lista) pero no existe tampoco. No hay salida rápida. No hay atajo. El único quemagrasa que de verdad funciona es la dieta, el ejercicio y la constancia. ¿Es lento? Hell, yes! Pero es más probable que te enganches en el “estilo de vida” cuando lo haces pasito a pasito que cuando quieres buscar el camino rápido.